La hoguera de las vanidades
Hay que ver la cantidad de gente que mueve tras él un ministro. La llegada del jefe de la diplomacia española, Miguel Ángel Moratinos, y del presidente andaluz, Manuel Chaves, a Los Barrios atrajo un enjambre de prebostes que ni pinchaban ni cortaban, porque el ministro vino a reunirse con el presidente de la Mancomunidad y con los alcaldes del Campo de Gibraltar. Los demás, si no pertenecían a los respectivos gabinetes de Moratinos o Chaves, sobraban.
Pero esa es la política, igual en todos los partidos y órdenes del escalafón, si viene un jefe hay que ir a dar el taconazo y a lucir terno, aunque luego quede uno situado en una fila mal ubicada y te tapen los fotógrafos, que es lo más parecido a un cazador con la veda levantada, pero con la ventaja de que sus disparos son incruentos, así que se le permite ametrallar a la pieza.
Esa nube de cargos menores llevaba colgada también una cohorte de jefes de prensa, fotógrafos y otros oficios de complicada denominación -algunos con trajes de delegado provincial al menos- cuya misión era, más que recoger la visita del ministro o del presidente de la Junta, ensalzar la presencia del paladín de turno en tan magno acontecimiento con el fin de proporcionar a las generaciones futuras un documento de vital trascendencia histórica.
Estos actos suelen atraer también a gente que normalmente no viste de tiros largos, pero que se emperifolla para la ocasión como si fuese a esperar a pie de altar a la más esplendorosa de las novias. Y todo para acabar en medio de la marabunta y desapercibido. Incluso cayó por el lugar algún gánster venido a menos que ahora en vez de matones carga grabadora.
Los plumillas cumplieron con su habitual eficacia, los cámaras y fotógrafos digitalizaron aquellos instantes para la prensa, los telediarios y la posteridad y, por un día, los directores ejercieron de redactores, reverdeciendo su oficio sin que mediase publicidad alguna como contraprestación.
Fuera, un hecho inusual: ocho policías locales de Los Barrios proporcionando seguridad al encuentro. Alguien comentó jocosamente que ni siquiera se juntan tantos cuando alguno de ellos se casa.
¡Ven más por aquí, Moratinos!
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